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Crónicas sudorosas


Sí señores, aunque parezca increíble sigo yendo asiduamente al gimnasio, no tanto como me propongo cada domingo por la noche, pero voy.

Tras la primera semana en la que parecía el perrillo faldero de mi amigo el muy fuerte preguntándole a cada segundo qué debía hacer y cómo funcionaba tal o cual aparato de tortura, mi colega decidió hacerme una tabla de ejercicios, un papelito muy mono con dibujitos explicativos en el que me apuntó lo que debía hacer cada día. Así que, y tras superar como una valiente, con muchas agujetas y dolor de todo en general, ( no mezclar nunca las agujetas con una escapada de una noche a la feria de Sevilla, nada recomendable ) mi primera semana de muerte al colesterol, solita que me movía por el gimnasio, con aires de grandeza con mi botella de agua, mi tabla de ejercicios y mi toalla al cuello. Porque, mire usted, lo de la toalla es fundamental. Al principio no sabía yo muy bien porqué iba todo el personal con la toallita al cuello hasta que empecé a hacer los ejercicios a un ritmo normal ( léase no paso de tortuga ) y aquello empezó a causar efectos y pasó lo que tenía que pasar: mis famosos y conocidos golpes de sudor. Y es que una no puede sudar como las personas normales, así poquillo a poquillo, se va entrando en calor, se le ponen los cachetes coloraos, se le entrecorta la respiración, primeras gotillas por la frente...Noooo eso sería lo fácil, lo mío es a lo bruto, de 0 a 100 en 2 segundos oiga, como los coches deportistas, digo, deportivos. Tan pronto estoy yo la mar de entretenida en mi bicicleta elíptica ( tiene cojones el nombrecito ) viendo el video musical (porque eso es otra, la música que suena nunca se corresponde con la de los videoclips, es muy entretenido ver a Ismael Serrano cantando el Baila Morena, esto me recuerda a cierto viaje en bus...mejor será que deje el tema ) en la tele que hay justo sobre mi cabeza ( muy cómodo, otra cosa no sé, pero los músculos del cuello los tengo la mar de ejercitados ) y 0.2 segundos después estoy literalmente sudando a chorros, yo creo que esto no puede ser sano pero bueno.
Como iba diciendo ( madre cómo me disperso ) desde la segunda semana ya voy de independiente por la vida por el gimnasio, controlando como una reina todos los aparatillos y hasta los mil botones de las bicicletas. A la tercera semana mandé el papelito a paseo, porque prácticamente hacía lo mismo cada día, terminé por aprendérmelo de memoria ( mi memoria pez no está tan mal ). Con leves retoques claro. Los ejercicios que no me gustan, pues no los hago. Donde pone 3 series de 15, hago 2 de 12. Para que luego se quejen mis profesores de que no tengo iniciativa propia. Hay ejercicios que no hago porque las máquinas son odiosas, insufribles, aunque se ponga el mínimo de peso. Y hay otros que no hago porque simplemente me da miedo acercarme a la zona de la máquina en sí. La temida zona de los muy fuertes, y es que hay una dichosa maquinita que está situada justo en la esquina de semejante ring de tortura. Ya llegar a dichoso aparato de tortura es complicado, tratando de no ser aplastada por las super pesas de los [muy] muy fuertes [o de los aspirantes a ellos] o bañada en sudor de los mismos ( evito el comentario ), tras conseguir llegar intacta y sin más sudor añadido del que ya segrego yo solita, pongo mi toalla ( para evitar sentarme sobre el sudor de otros ) y evidentemente ajusto el peso ( que estará al máximo ) a uno apropiado ( cercano al mínimo ). Ahí empiezan las miradas de los muy fuertes, insulto a sus biceps supongo, y las miradas inciales pasan a ser miradas de medio coña medio lástima cuando me ven llegar casi sin aliento a la tercera serie. Conclusión, pasando de mis biceps, ya me entrenaré con las cajas de leches en el súper.

¿Y a qué viene tanta rollo sobre el gimnasio? Porque hoy, y rompiendo mi costumbre de ir a primera hora de la mañana ( a esas horas la población de los muy fuertes es mínima y además, es mucho más entretenido hacer ejercicio con jubiladas hablando sobre la sexualidad ambigua de Miguel Bosé, dónde va a parar ) he ido por la tarde al gimnasio. Y allí que estaba Bea en una máquina ejercitando sus abductores ( lo que estoy aprendiendo de anatomía ) cuando aparece un semidios por la puerta del gimnasio ( digo semidios porque lo que le falta es el don de la omnipresencia, anda que no sería yo feliz si semenjante hombre fuera omnipresente ). Madre, madre, madre. ¿Y qué se hace en esos momentos? Pues hacer repaso del aspecto físico de una.
¿Pelo? Malos como siempre, además llevas una felpa roja nada favorecedora que te dejan las puntas disparadas en modo asterisco.
¿Ropa? Vas en chándal, olvídate, camiseta vieja y zapatillas aún más viejas. Al menos el pantalón es nuevo. Bien Bea. Y de los monos. Vas ganando puntos.
¿Estoy depilada? Ilusa. Insolente.
¿Aspecto? Estás sentada en una mierda de máquina que parece la camilla de una sala de partos. Sugerente es. Sí claro, me han dicho que en la segunda parte de Instinto Básico van a cambiar el cruce de piernas por una máquina de abductores. Aguafiestas.
Y como a cámara lenta y rodeado por un aúrea de luz celestial pasa la tarjeta por el lector y empuja ágilmente las barritas que hay a la entrada. Que tenga los dientes feos, por favor, que tenga los dientes feos... Mierda. Sonrisa perfecta. Así que me quedo con mi cara de pava viendo como pasa y me miró, oiga, me miró, de reojo pero lo hizo. Normal que lo hiciese, pensaría que formaba parte de un programa de integración o algo.

Será mejor que siga buscando clínica para hacerme hermafrodita o que no abandone mi asexualidad.
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  • albinioca en gmail









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