Re-Contándonos
Published domingo, julio 22, 2007 by la abiñoca.
La detective me ha hecho salir de mi letargo.
Año y medio. Joder. No paro de pensarlo.
Al tiempo de volverse a España, N vino de visita con habíos para un potaje, ron y tabaco. Seguía enamorado de M, que volvió a prepararle ensaladilla rusa como bienvenida mientras trataba de disimular con un pañuelo un chupetón que le había hecho un tipo griego con novia italiana. Como N no consiguió besarla (a M) se dedicó a besar a todas las chicas que pudo en una misma noche en el patio trasero de casa de C, que acabó follando con mi tirita tras interminables turnos tras la plancha del McDonalds. Yo me acabé convirtiendo en la mayor cómplice de mi tirita y por las mañanas dejaba en mi taquilla de los vestuarios una prenda olvidada de C en su habitación de la residencia de Erasmus. Ti voglio benne, Beatriche. Para mí esa confesión hubiese sido lo más maravilloso del mundo si esa noche que nos fuimos a beber el mundo al Timepiece para olvidar a C que se había marchado esa mañana a Cádiz yo no estuviese ya curada de mi tirita, aún así, tardé en lavar el jersey que le dejé esa noche para que volviera a su residencia sin pasar excesivo frío.
Volví con un bolso, una cartera y una cámara de fotos menos pero con la sensación de poder vivir en cualquier sitio. Del mundo. Eso contestó el padre de la tipa que me enseñó a besar cuando le preguntaron de dónde venía después de 3 días desaparecido, él no se fue a por tabaco, se fue con la tuna. Después llegaste tú y ahora solo quiero vivir contigo. ¿Dónde? Contigo. No sé si llegaste tú o yo. Fue todo rápido. Portazo, acelerón, mensaje. Eres lo peor. Caminito, valla, dos besos. ¿Qué ha pasado? Al cuarto día de volver mi vida giraba en torno a la mesa 35 del chiringuito y al caminito de madera. El paseo con el perro a partir de las 9 en la playa y guardarte un sitio para aparcar mientras tomaba la tapa antes de comer en la marquesina. Como en la vida es bella. Que no aparque nadie, que no aparque nadie, que no aparque nadie. Y te veía girar la esquina y yo me levantaba para giñarte un ojo mientras cerraba el cerrojo de la cancela verde. Y joder cómo me repito.
Me gusta contar nuestra historia. Mi abuelo era capitán de guerra y... Me gusta más cuando la cuentas tú.