No me gusta la Navidad, no voy de me asquea eso de tener que ser feliz por huevos, no no. Es simplemente que no me gusta, tampoco me gustan los carnavales, ya ves tú. También me asquea eso de ser desgraciados por huevos en Navidad. Joder, tampoco se trata de eso. Hay gente que se encabezona en ser feliz en Navidad y gente que se emperra en ser, no ya en no ser feliz, sino en ser infeliz. A ver si nos relajamos un poquito.

Cuando se suponía que tenía todos los motivos para disfrutar de estas fechas no lo hacía y ahora que siempre sobran sillas disfruto. Todo depende del entorno. Me explico. Yo siempre había comido el día de Navidad en casa. Familia, mantel, platos, copas, cubiertos... lo dicho, entorno. Este año mi comida iba en una bolsita de plástico: dos bocadillos una botella de agua y servilletas de papel y sin embargo disfruté como una enana. Noventa kilómetros, un coche, tú al volante, la radio pillando onda a ratos, caricias, besos temerarios y de postre un gofre en la estación.

El entorno, ya te digo.