En un mes estaré en España, de vuelta (¿?), lo mío es comprar billetes one-way, mucho más emocionante.

Podría dar mil excusas, como por ejemplo que no puedo con el tiempo, pero he ido a la playa y hasta me he bañado. O que en el trabajo me aburro, pero me lo paso mejor que nunca y los clientes le piden permiso a mi jefe para llevarme a cenar. O que no puedo con la alergia ahora que la primavera parece empezar aquí, pero robo rosas en la calle para adornar mi habitación. O que no puedo con mis compañeros de piso, pero he conseguido que limpien el cuarto de baño. O cosas más serias, como que ya miro al lado correcto al cruzar una calle o que empiezo a pensar que lo normal es que los coches tengan el volante en el lado derecho y que, claro, eso es un peligro para cuando vuelva a España.

Pero el caso es que no necesito excusas, me vuelvo porque me vuelvo. Porque me apetece pasar el verano con los míos, en mi casa, en mi playa, en mi ría. Un verano como los de siempre, un Verano.

Venir fue casi una necesidad. Volver, es una necesidad.

Además tendré la mejor de las despedidas de esta etapa, pero eso ya lo contaré en su día.