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Submarinos, perchas y cheques


Yo una vez visité un submarino, en diciembre de hace bastantes años. Recuerdo bien ese viaje porque fue la primera vez que vi la nieve. También cogimos guisantes directamente de la mata y yo me los comía en lugar de echarlos a la caja, una noche fuimos a comer chanquetes a manojitos, por esa época todavía no estaba tan prohibido pescarlos.

Fuimos a Cartagena a visitar a una amiga de mi abuela, de esas amigas a la que las hijas y nietas de la primera amiga (mi abuela) llegan a llamar tía, mi madre también tiene una de esas, yo también. A lo mejor es cosa de familia.

El día del submarino yo llevaba un abrigo rojo y guantes azules, hace tanto de eso y yo era tan pequeña que aún no había heredado el de mi hermana, así que ella llevaba el mismo abrigo que yo pero más grande, o mejor dicho, yo llevaba el mismo abrigo que ella pero más pequeño. Nunca me dijo si le molestaba vestir igual que yo, a mí lo que me molestaba era que cuando se me quedaba pequeño algo tenía la camisa-falda-pantalón-abrigo-jersey de mi hermana, era difícil deshacerse de una prenda definitivamente. También heredaba ropa de mis primas mayores, el último año de colegio tenía 5 faldas escocesas rojas y 30 camisas blancas.

La amiga de mi abuela, mi no tía abuela nos llevó a la Capitanía de Marina de visita y nos presentó a un teniente-coronel-capitán que según mi padre se había dejado la percha dentro de la chaqueta al ponerse el uniforme esa mañana. El señor de la percha en el uniforme azul con galones dorados nos hizo de guía por el submarino. Me enseñó a bajar la escala sin usar los escalones, el truco consiste en resbalar manos y pies por la parte externa. Antes de bajar me advirtió que tuviese cuidado con la barbilla, él una vez se había dado con todos y cada uno de los escalones al bajar. Yo ya me había abierto la barbilla cuatro veces por esa época así que puse mucho cuidado. Nos enseño el cuarto de máquinas, el periscopio y también nos presentó al que le tocaba dormir encima de un misil porque no quedaban literas libres, yo no terminé de creerlo mucho.

Cuando nos íbamos el señor del uniforme azul y galones dorados, el de la percha, nos besó la mano a mi madre, a mi hermana y a mí. Mi madre nos riñó después porque no nos habíamos quitado el guante, pero es que con 12 y 7 años no piensas que alguien te va a besar la mano, eso sólo pasaba en las películas de besos (en las manos).

***
Cada viernes por la mañana voy a recoger el cheque por una semana de aspiradora y bayeta, es uno de los mejores momentos de la semana. Cuando entro en el despacho Steve se levanta y me da la mano mientras me pregunta How are you, Beatriz /bitris/? Una vez me pilló con el guante puesto y cuando lo miré me pareció verlo con un uniforme azul.
Desde ese día me quito los guantes en las escaleras. Si hace mucho frío sólo el derecho.

***
Hoy sólo me sale contar cosas largas.
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  • albinioca en gmail









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