Mi hermana está tan triste que parece la Zarzamora y es que siempre le dijeron que se parecía a Lola Flores. Echa tanto de menos a su cariño que cada noche apunta en la agenda los besos que le hubiese dado ese día, para contárselos cuando vuelva dentro de 15 días y 8 horas. Escribe cosas como:

Por las tardes, cuando me pongo a repasar mi presentación en el ordenador, se me acerca zalamera por la espalda y me pide que se lo deje un ratito chico. Y mientras yo voy cerrando una a una mis ventanas me tira de la oreja y me dije que si veo serio que tenga una foto suya con 5 años y unas gafas a lo George Michael de mi padre como fondo de escritorio.

Entonces se sienta y espera a que el muñequito verde le diga que tiene unos minutos para olvidarse de millas, de olas saladas y de camellos. Y se acerca mucho, mucho mucho. Tanto como si quisiera colarse por el cable del modem y bucearse parte de oceáno y el Mediterráneo entero de usa sola bocanada de aire. Le he dicho que este verano la llevo a Almuñecar a hacer un curso de submarinismo, por si ayuda.

Abre siempre una ventana pequeñita. Yo le he dicho que me agobio con las ventanas tan pequeñas pero ella me ha dicho que la prefiere así, que ella también es pequeñita y que le vale. Durante esos minutos habla, ríe, llora e incluso canta mientras su cariño le dice que ha aprendido a querer y a echar de menos en francés y un poco en tunecino. Es entonces cuando ella dibuja corazones en la alfombrilla del ratón.

Y es que, mi hermana ha aprendido a querer en píxeles. A lo digital.