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Onírica A92


La chica del teletipo

Escribo esto desde el asiento 13 del autobús que cubre la ruta Sevilla-Granada. El secuestrador ha puesto una película. Le ha enseñado al conductor un DVD y una cinta VHS. Venía preparado. El conductor le ha dicho que puede usar el que quiera, tiene de todo ha confesado orgulloso. Se ha puesto la pistola en la parte de atrás del pantalón, enganchada al cinturón, como en las películas.

La pistola, un revólver negro, es de chocolate. Yo lo sé porque he visto cómo arrancaba y mordisqueaba el percutor ensimismado en las vistas que desde el semáforo de los juzgados, y gracias a la altura del autobús con matrícula de Granada, se tienen de la Plaza de España.

Ha cogido el micro y nos ha dicho que esperaba que nos gustase la película. Con el mismo tono de voz le ha preguntado al conductor si ha hecho lo que le había pedido. Varias veces, toda la prensa ha sido avisada.

(...)

Hemos llegado a la estación de Granada a la hora prevista, mientras el conductor dirigía el autobús al andén 23 el hombre de la pistola de chocolate le ha hecho una segunda petición mientras le tendía un CD con una única pista grabada. Todo lo alto que pueda.

La estación estaba tomada por la policía como era de esperar. La prensa ocupaba la planta superior. El secuestrador ha bajado el primero no sin antes pedirnos perdón. Le hemos deseado suerte. Se ha puesto de rodillas muy despacito. Ha acercado la pistola a su boca. Todo el mundo ha contenido la respiración. Le ha dado un mordisco al cañon. Aún degustaba el chocolate cuando le han terminado de esposar.

Una lluvia de flashes le ha cegado al salir a la calle. La vió mientras el policía le empujaba la cabeza para meterlo en el coche. Era la única que no llevaba una libreta o una grabadora para documentar lo ocurrido. Sabía perfectamente qué, quién, cómo, dónde, cuándo, y lo más importante, el porqué de lo sucedido.

Una vez dentro del coche sonrió satisfecho. Había cumplido su parte.

Le diría que sí.

¿Trato?. Estás loco, trato.





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