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Home, sweet home


En casa todo sigue igual, y es que siempre me da la impresión de que aquí el reloj anda más despacio. Y me da tiempo a leer la prensa del domingo entera y a ver películas en blanco y negro hecha un ovillo en el sofá.

Mi padre debe andar preocupado por algo, porque hace semanas que no toca un pincel y sólo escucha ópera en alemán y música estridente de grabaciones antiguas, como de chelos desafinados. Mi hermana por su parte está todo el día pendiente de las noticias por si anuncian que el Mediterráneo se ha plegado unas cuantas veces sobre sí mismo y puede ir dando un paseo por la playa a ver a su cariño. Mientras tanto mi madre enciende velas de canela que compró en Ikea para ver si se arregla algo, por la aromaterapia y eso.
Y yo... yo me dedico a repartir besos y abrazos a diestro y siniestro por si sirve de algo y, principalmente, porque al otro lado de la A92 suelo estar falta de mimos.


Después salgo a la calle y me doy cuenta de que todo sigue igual. La persiana de la clase de 3ºA sigue rota desde que yo estuve en ella cuando llevaba falda escocesa y zapatos que resbalaban en la lluvia. La calle Puerto está en obras desde que tengo uso de razón y Antonia la de Rufi sigue sin aprenderse que siempre compro los citratos de diez en diez, mitad rojos y mitad negros. En la calle Concepción cambian locales y comercios pero Manuel sigue en la misma esquina de la joyería cantando el mismo fandango desde que alguien le regaló cuerdas nuevas para su guitarra. Y es que su voy a pintar las paredes con tu nombre mi amor, para que sepas que te quiero de verdad... se ha convertido en la banda sonora del paseo de los viernes por la tarde.


Las cosas cambian tan rápido que no me da tiempo a darme cuenta y yo sigo viendo todo igual. Tan igual que sigo usando zapatos que resbalan en la lluvia.


Será por las mareas, lo del reloj y su velocidad digo.
1 comentarios

  • albinioca en gmail









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