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En días como el del pasado sábado crees en la existencia de las almas gemelas. En la complementación de las almas. Y dado que está demostrado que lo mío no son los pares de dos pues me quedo con un buen número. Para que el coche vaya siempre a reventar. No puedo imaginar mi vida sin ellas. Supongo que, simplemente, no sería mi vida. Abrazos, besos, risas, guiños, caricias...Y hablas, sobre todas las cosas hablas porque es lo que te completa. Y te recuerdan que hace menos de un mes estabas surcando el Mediterráneo, y les hablas de las maravillas que has visto, de los atardeceres de los que te has enamorado y de lo que les hubiesen gustado los cócteles. Solomillo al whisky en Los Coloniales
Y miras la escena que te rodea. Y te das cuenta de que por nada del mundo cambiarías ese rato en una tasca sevillana alrededor de una mesa con vasos y platos vacíos con las personas que te le dan forma a tu vida. Pequeños grandes momentos. Momentos que hacen que la vida merezca la pena y que convierten los grandes momentos del resto del mundo en cosas que ocurren mientras que tú anhelas que durante unas horas la magia vuelva a sentarse a tu lado y una su copa al brindis.

Por nosotras. Por más momentos como éste. Porque entre todas hemos recorrido casi 3000 kilómetros para pasar 6 horas juntas. Porque cuando peor estemos, estemos como ahora.

Y llega la hora de la despedida y das mil besos en unos segundos mientras corres por la calle Zaragoza. Llegas a plaza Nueva y el grupo se divide en tres rutas hacia las estaciones de Plaza de Armas, AVE y Prado. Y echas a correr para cruzar el paso de peatones, pillar el bus de línea o asaltar un taxi al grito unísono de Os quiero. Y cuando por fin te sientas, cierras los ojos y los aprietas con fuerza para hacer eterno el momento. Y sonríes.
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  • albinioca en gmail









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