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Va de sueños


Nunca tuve sueños de ser princesa, bailarina o actriz, algo normal teniendo en cuenta que odiaba los trajes que me ponía mi madre ( sobre todo si eran iguales a los de mi hermana ), que en la academia de baile no llegué a terminar de aprender la primera sevillana ( algún día deberé aprender en serio, el estilo discoteca-cubata-en-mano saca de apuros pero tampoco es para presumir de ello ) y que un mes antes de tener que vestirme de pastora para la actuación de Navidad ya me entraba la angustia tremenda ( menos con 16 años, en mi último año de colegio, que subimos todas vestidas con los trajes de preescolar, momentos para el recuerdo ).

De pequeña mis aspiraciones vagaban continuamente entre los extremos más insospechados. Soñaba con ser dibujante de comic, espía secreto, piloto de aviones o la flamante descubridora del remedio de todos los males. Pero sobre todo, el sueño que nunca me abandonó, ni un día, ser astronauta y dar un paseito por la luna. Cuando descubrí que era realmente mala dibujando ( incluso calcando ), que lo de ser espía era demasiado sacrificado, que con cicatrices una no se puede convertir en piloto de cazas y que en realidad el remedio para todos los males ya está inventado hace mucho, mis sueños empezaron a desquebrajarse. Poco a poco, uno a uno, me quedé sin aspiraciones. Y así llegué a estudiar lo que estudio.
A cada vez menos créditos de convertirme en Ingeniera Informática sigo pensando si elegí la opción correcta. Si aquella mañana de Junio en el salón de casa los dados que lancé para elegir la casilla a marcar guiñaron un ojo a mi suerte o me jugaron una mala pasada. Muchas veces me descubro pensando que hubiera pasado si los dados hubiesen marcado Física. ¿Con quién me tomaría el café entre clase y clase? ¿A quién le pediría los apuntes? ¿Quién brindaría conmigo en la cena de paso de ecuador o con quién planearía el viaje de fin de carrera? ¿Habría vivido las mismas cosas? ¿Los mismos nervios? ¿Los mismos abrazos, besos, amores, traiciones, celos y desasosiegos?
El caso es que ahora estoy aquí, a punto de terminar una etapa de mi vida y sin saber muy bien lo que significa y lo que conlleva. Lo único que espero es que haber cumplido los sueños de alguna gente me sirvan para poder cumplir los míos algún día. Y prometo hacer todo lo que esté en mi mano para realizar el único sueño que no me ha abandonado desde pequeña.




Desde que aquel día caminando de la mano de mi hermana por el paseo de la ría con un helado de fresa en la mano le pregunté: “María, ¿las estrellas por qué no se caen?”
Salir al espacio, sentir el vacío y el silencio total, contemplar el mundo desde fuera y sentirme libre, tremendamente poderosa y terriblemente insignificante, llorar de alegría y sentir una angustia en el pecho que me impida respirar.

Estamos aquí. somos una centella que cruza el anchísimo pecho de la noche, de repente, y va de una oscuridad a otra oscuridad. ¿Por qué no brillar mientras dure el brillo y ser estrella?
Antonio Gala. Trece noches.
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